La
fiesta más original de Godojos era San Blas. Después de la misa empezaba
la parte más interesante. Entre todos los chicos de la escuela compraban un
gallo. Era colgado en la plaza, atado de las patas por una cuerda, que se
sujetaba a dos balcones, uno el del
ayuntamiento. Los chavales de la escuela intentaban pegarle con una espada de
madera para matarlo pero los hombres movían la cuerda para que se prolongase un
poco la fiesta. Lo mataban a puro de palos. Además, cada chico de la
escuela, entre palo y palo al gallo, recitaba una copla en público, alusiva a
algún sucedido del pueblo, a veces crítica, generalmente discurrida por algún
mayor. Los chicos iban por las casas, recogían los huevos o longaniza, lo que buenamente
podían dar lo vecinos, y merendaban
ese día todos juntos.
-Los gallos, de
Godojos.
Soy nieto de la tia Anica
sobrino del tio Mariano
y es vecino de este barrio
éste que está aquí colgado.
Lo guisará la Teodora
con cuidado y con esmero
para que no nos haga daño
a los niños de este pueblo.
Ya nos dará el tio Clemente
café del Caracolillo
para que no nos haga daño
este demonio de bicho.
Ay, qué gallito más lindo
tenemos aquí colgado
con chorizos y costillas
haremos un buen guisado.
Es muy jaque y muy barbián
puede bajarme la soga
que lo quiero castigar,
con esta espada que tengo,
kikiriki cantará.
He venido de Madrid
corriendo matacaballos
que los chicos de este pueblo
dicen que matan un gallo.
Si lo matan que lo maten,
yo también lo mataré
con esta espada que tengo
el cuello le cortaré.
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