Las
murgas reproducían con ironía sucesos del año anterior, como esta anécdota que
les pasó a dos amigos cuando cogieron el tren para dirigirse a la feria de
Calatayud.
Charlot
y Mussolini, de Aniñón
A
Charlot y Mussolini
¿saben
lo que les pasó?
Que
bajaron a la feria
en
compañía los dos,
se
montaron en el tren
por
economizar cuartos,
que
valía dos cuarenta
y salía
más barato.
Chon,
chon, chon, chon.
Llegaron
a la estación,
se
montaron sin billete,
se
decían uno al otro:
el
revisor ya no viene.
Llegan a
mitad camino,
abre la
puerta un señor,
ellos
vuelven la cabeza:
¡era el
señor revisor!
Chon,
chon, chon, chon.
Se
miraba el uno al otro
con esas
caras de nobles,
ahora no
habrá más remedio
que
pagar billete doble.
Llegan a
Calatayud
tristes
y desconsolados,
las
pocas perras que había
se las
habían gastado.
Chon,
chon, chon, chon.
Ahora
¿qué vamos a hacer?
Vámonos
por el Ferial
a ver si
hay alguien del pueblo
que nos
dé algo de almorzar.
Tropezaron
con Mariano,
con
Cañero y muchos más,
las
alforjas bien repletas
de agua
y vino y nada más.
Chon,
chon, chon, chon.
Rebuscando
en las alforjas
aún
sacaron algo más:
unas
sardinas roñosas
y unos
mendrugos de pan.
Se
fueron por el paseo,
sólo
hacían pasear
y los
feriantes decían:
estos no
llevan ni un real.
Chon,
chon, chon, chon.
Al
cruzar la carretera
ve
Charlot al Evaristo,
vámonos
con él a casa
que esto
ya está todo visto.
Montan
con él en el carro
y le
cuentan mil mentiras,
a los
toros si Dios quiere
bajaremos
otro día.
Chon,
chon, chon, chon.
No hay comentarios:
Publicar un comentario