A
mitad de Cuaresma los chicos hasta los catorce años recorrían Castejón de las armas por la
tarde armados con algunas bayonetas y otros objetos punzantes, pidiendo por la
casas. Procuraban marchar en formación. Cada año, uno de los mayores hacía de
capitán y dirigía la tropa. Era la fiesta del retranco. Por las calles y
cuando llegaban a una casa cantaban todos:
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Informantes de Castejón de las Armas |
Retranco, retranco
segundo batallón,
muchos monaguillos
y poca ración,
los mayores se comen todo,
los pequeños miran al sol.
Las
mujeres salían a las puertas de las casas y les daban huevos, manzanas, algún
dinerillo y otras cosas, que guardaban en los cestos que llevaban. A cambio,
los chavales les rezaban allí mismo un padrenuestro y un avemaría “por las
obligaciones difuntas de esta familia”, de rodillas, excepto el jefe que
permanecía de pie; uno rezaba y los
demás contestaban. Si alguna vecina no les daba, le rayaban la puerta con la
bayoneta. Hacían el recorrido un jueves por la tarde y luego se iban a merendar
todos juntos.
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